lujo. (Del lat. luxus). 1.m. Demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo. 2.m. Abundancia de cosas no necesarias. 3.m. Todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo. Veo que esa palabra se cuela en diversas frases y regularmente al lado de cifras abultadas de muchos ceros, pero ¿cuál es su verdadera esencia?
Quizás alguien inserto en el mundo de la moda asocia la palabra lujo a grandes casas de moda. Es probable que se vengan a la mente las famosas Ces entrecruzadas sobre una cartera de cuero acolchado, las perfectas cajitas celeste de Tiffany&Co que envuelven anillos, los pañuelos de seda Hermès, etc.
En otro ámbito, si un diseñador crea una colección para H&M, ésta última marca se vuelve un poco lujosa. “H&M goes luxury” dice el titular en The Independent al referirse a la colección cápsula de 30 piezas que diseñó Alber Elbaz de Lanvin para la cadena sueca de fast fashion. Suzy Menkes explica en el New York Times que “todo comenzó en 2004 con Karl Lagerfeld y ya han participado Stella McCartney, Comme des Garçons y Victor & Rolf.”
El IHT (Internation Heral Tribune) organiza anualmente una conferencia de negocios de lujo. Ayer y hoy en Londres se está debatiendo en el foro llamado Luxury Heritage, el cómo las compañías de bienes de lujo crean, nutren y gestionan la herencia de sus marcas. La anfirtriona es Suzy Menkes. Para asistir, hay que cancelar 2.500 libras, esto es, algo así como $2 millones de pesos.
Todo lo anterior dice relación “pompa”, “abundancia” y “medios anormales”. Sin embargo, últimamente he percibido que el lujo podría tener un par más de acepciones en el diccionario de la Real Academia Española. Leí en el Wall Street Journal Americas lo siguiente: “El estatus de ‘hecho en Italia’ es el alma de Tod’s. El que los mocasines de Tod’s son cortados, ensamblados y cosidos en la capital de los zapatos de Italia, la región de Le Marche, con técnicas transmitidas a través de generaciones de la familia Della Valle, justifica sus precios de US$400 y más”. La cita proviene de un artículo sobre Diego Della Valle, “el hombre detrás de los mocasines de lujo”. Luego de leerla, y pensando a contrario sensu, a eso de las 2 am, llegué a la siguiente conclusión reveladora: El lujo es todo aquello que no está hecho en China (o en algún país asiático). De esta forma entonces, es que he comenzado a mirar el clóset de mi mamá (que normalmente hago mío), con distintos ojos. Ya no son simples piezas traídas de otro país. La chaqueta roja de México, lujo. El sombrerito tipo Panamá de Ecuador, lujo. El collarcito de San Petersburgo, lujo. La cartera de Argentina, lujo. Tema aparte son las prendas que han sobrevivido 20 años: La mini de jeans desteñida, lujo. Los pantalones tiritones acampanados, lujo.
Por otra parte, Cintra Wilson también del New York Times escribió en “El lujo de prestar atención” su experiencia en la tienda Realm. La mismísima dueña, Randi Jacobson se acomodó en el sillón fuera del probador, para estar pendiente de su cliente. Todo esto en el contexto de una ciudad (y un mundo) que corre a mil por hora. Para Wilson entonces, pareciera ser que el lujo está en los detalles. ¿Qué cosas piensan ustedes que son lujosas, pero no en el sentido tradicional?