Cuando Hussein Chalayan presentó algunas de las más creativas pasarelas hacia fines de los ’90 y en la década del 2000, todos se entusiasmaron con la idea de ver el futuro a través de la moda. El británico pisaba fuerte y su traje de burbujas fue un ejemplo acerca de cómo quebrar paradigmas e instalar nuevas siluetas. Pero con el tiempo se desvaneció el entusiasmo y de pronto, un joven talento holandés llamado Iris Van Herpen tomó su lugar, imponiendo alucinantes propuestas dignas de una mezcla entre naturaleza y ciencia ficción.
Diez años han pasado desde que Van Herpen cautivara a las pasarelas y cada colección que presenta forma siempre parte de los estilos destacados de editores y seguidores de la moda. Además de ser la primera diseñadora en crear un vestido con impresión 3D, concretó una herencia directa de la mano de Alexander McQueen, con quien trabajó y aprendió muchísimo acerca de la conjugación de la oscuridad y las prendas, algo que en un principio llamó la atención de inmediato cuando se presentó por primera vez en Amsterdan Fashion Week el 2007, a través de “Fragil Futurity”.
Lo de Van Herpen esta semana fue una revisión y celebración de la creatividad e innovación que entrega la diseñadora cada temporada. Es imposible comparar su trabajo con el de otros contemporáneos, ya que las telas forman parte básica de sus creaciones versus las burbujas de cristal y otros elementos intrincados e inusuales que llenan los trajes de la holandesa. Por ello, la experiencia de tener a alguien como Van Herpen aportando diversidad y momentos de sorpresa en cualquier fashion week, es algo que debería durar mucho más de diez años. Y así como McQueen hizo lo suyo con ella, su trabajo debería inspirar precisamente a nuevas generaciones que prefieran la creatividad por sobre seguir a la masa.
Fotos: Runway.
