Cuando nos pasan cosas en la vida, estos sucesos se reflejan en todo lo que hacemos, y como en el caso de Esteban Arteaga, lo que lo rodeaba se fue traspasando a su colección. Muy diferente a la primera, su colección primavera-verano nos muestra la otra cara de este diseñador, una faceta más romántica y menos dramática.
Arteaga nos llevó al desierto, donde una paleta de colores pasteles enmarcados en un negro más duro dio vida a su segunda colección. Meses atrás el joven diseñador nos habló de la viuda negra, marcando una silueta provocadora y de femme fatale. Hoy deja de lado las arañas para crear un imaginario diferente, en donde las serpientes son las protagonistas, las que generan un cambio de piel para desplazarse sobre la arena.
Mezclando materiales lisos y sedosos con drapeados de tela, Esteban logra definir una línea más comercial que la anterior, pero con el plus que lo diferencia del resto: sus zapatos. En una colaboración con el diseñador Martín J, pudimos apreciar suecos de cuero café y zapatos muy femeninos con amarras de tela que marcaron el paso de las modelos en la pasarela.
Cinturas marcadas y cincuenteras, versus prendas holgadas y drapeados hicieron de esta colección algo dinámico y variado. Mientras algunas piezas fueron elaboradas de forma convencional, como las faldas y algunos vestidos, Arteaga también utilizó el recurso del Moulage para crear prendas inspiradas en medio oriente. Éste fue un desafío que le jugó una mala pasada con el penúltimo outfit, pero que no fue impedimento para llegar a empatar por el premio Jaime Troncoso por mejor colección. ¡Felicidades!
Fotos: Paula Labra