En mi paso por Milán y París me llamó profundamente la atención la cantidad de compradoras chinas que pude ver en el Quadrilatero della moda y en la Rue du Faubourg Saint-Honoré, las zonas de compras más exclusivas de las capitales de la moda italiana y francesa, respectivamente. En dichas áreas se concentran las tiendas de las marcas que hacen soñar a toda mujer y por ellas se pasean los turistas orientales con sus cámaras fotográficas profesionales a cuestas y con varias bolsas de marcas como YSL, Gucci, Cavalli y Chanel en cada mano. Muchas de estas ávidas compradoras son chinas.
Un estudio de Global Blue, empresa dedicada a la coordinación de la devolución de impuestos para turistas, señala que las compradoras chinas han desplazado a las rusas del primer lugar de consumidoras de lujo dentro de Europa. Este prototipo de compradora representa a la nueva consumidora china, empoderada social y económicamente y que con las bolsas en la mano pareciese practicar un acto de libertad después de tantos años de comunismo. Todos nos sorprendemos con las elevadas tasas de crecimiento de la economía del país del sol naciente, tasas que han permitido el ascenso social de muchas chinas que están dispuestas a demostrar su nuevo status con la adquisición de productos con los logos de Luis Viutton y Versace, entre otros. Nunca marcas desconocidas, ellas prefieren irse a la segura y no se aventuran con etiquetas que recién se estén abriendo paso, aún así sean la sensación de la temporada.
Hace no mucho tiempo atrás eran sólo los hombres chinos quienes salían a gastar sus yuanes al extranjero, pero ahora ellas también lo están haciendo y gastando pequeñas fortunas en cada uno de sus viajes. Pero no compran cualquier cosa, no. Las chinas son consumidoras muy informadas, que están al tanto de todo lo que acontece en el mundo de la moda. Muchas veces incluso más informadas que las mismas vendedoras, por lo que -y este es otro de los puntos que me llamó la atención- las tiendas parisinas están contratando vendedoras chinas, igual de aplicadas que las compradoras, para otorgale un mejor servicio a esta nueva clienta que ningún negocio querría perder. Desde los medios también están atentos a este fenómeno. El prestigioso diario Le Figaro publica cada tres meses una guía del lujo llamada París Chic en mandarín, el que luego es repartido en aeropuertos y hoteles cinco estrellas.
Pero, ¿por qué viajar hasta Europa para comprar marcas que podrían ser adquiridas en China? Básicamente por una cuestión de impuestos. La economía comunista impone altos aranceles a los productos de lujo para su internación a China. Para mujeres que pueden llegar a comprar varios pares de zapatos y muchas carteras en un sólo viaje, el ahorro que logran en Europa motiva hasta a las más millonarias a tomarse un avión. Sin embargo, este fenómeno puede no durar mucho, puesto que el gobierno chino ya se dio cuenta de que el dinero que gastan estas feroces consumidoras en Europa podría quedarse en casa, beneficiándo a la propia economía en vez de la de países europeos y ya trabaja en un nuevo plan de impuestos para los bienes de lujo.
Quién sabe si en un tiempo más serán las europeas las que viajen a China e busca de productos “Made in China”, etiqueta de producción que en un futuro no muy lejano se volverá igual o más de prestigiosa que el “Made in France” o el “Made in Italy”, según los especialistas.