A principios de los años ’80, Nueva York era el lugar donde muchos íconos posteriores se mantuvieron de bohemia en bohemia. Junto a Londres, la ciudad norteamericana mantenía su encanto en cuanto a música, cine y arte, mostrando sus propias it girls y celebridades que hacían de todo un poco. Dianne Brill era la reina de las fiestas y también una musa para Andy Warhol, aunque entre sus momentos estelares se mantuvieron varias ocupaciones antes de transformarse en la reina del maquillaje por el que hoy es reconocida.