No había tomado en cuenta esta foto que me llegó de Lady Gaga vestida con Salvatore Ferragamo, hasta que me llegó de nuevo en mi mailing favorito (el de The Guardian), donde la destacaban como “la fashionista de la semana”.
La boina, el chaleco, el jeans y los zapatos son de la ropa usada de distintas ferias y la chaqueta la compré en el Mall Chino. Escucho Brit Pop y New Wave y me gusta comprar ropa usada. La chaqueta es de la ropa usada, el jeans es Foster y los zapatos son Romano. Escucho New Wave, uso el perfume
Qué Lady Gaga, Nicki Minaj o Beyonce. Cualquiera de estas cantantes, que se enfundan en trajes de vanguardia diseñados por Thierry Mugler o Givenchy, caminan con plataformas extrañas o verdaderas obras de arte de McQueen o usan sombreros estrafalarios fueron antecedidas por una mujer que a fines de los ’70 comenzó como modelo, y que pronto se tomó los escenarios como cantante: Grace Jones. Altísima, de oscura piel brillante y con la cabeza rapada, Jones encarnó una andrógina sexualidad que no le impidió seducir a hombres y congeniar con los mejores diseñadores de la época, quienes con gusto la vestían y hacían gala de su imaginación gracias al peculiar estilo personal de la cantante.