Como en todo negocio, debe ser difícil estar en la gloria y después sumirse en el fracaso, perder el renombre y de paso el trabajo de tantos años. Y eso es lo que está viviendo en este momento la casa de modas Ungaro, que por años tuvo de cabecera a uno de los mejores diseñadores, Emanuelle Ungaro, quien a vista de perfección, innovación y lujo logró cautivar a clientelas famosas y forjarse un nombre como uno de los más respetados. Pero eso fue en los ’70 y 80’s, pues después de su retiro, el diseñador vio como su marca fue disminuyendo en calidad y fama poco a poco, ante un desfile infinito de sucesores.
Si en los 80’s aparecía una clásica y refinada Anouck Aimee en una publicidad de dos páginas fotografiada por Helmut Newton en revistas de moda, hoy es la figura de Lindsay Lohan como asesora creativa la que demuestra los esfuerzos errados por mantenerse vigente que la directiva de la firma ha desplegado. Porque desde el 2005, cuando el sucesor y aprendiz de Balenciaga y Courrèges anunció su retiro, la marca pasó a formar parte del imperio del empresario Asim Abdullah, quien despidió al primer diseñador luego de Ungaro, Esteban Cortazar, por rehusarse a colaborar con la Lohan, quien se supone que le daría más fama y publicidad a la línea de pasarela.
Y después vino el desastre total. Estrella Archs y Lohan fueron las encargadas de recibir cuanta mala crítica existiera cuando lanzaron su primera y última colección en conjunto en la Semana de la Moda de París el 2009. Ahora, después de mucho tiempo de poco glamour y malas decisiones, Giles Deacon, el talentoso diseñador inglés, será el sucesor de lujo que debutará en la semana de la moda en octubre. Mientras todo el mundo espera ver si será el salvador, por lo menos la esperanza que renazca la vieja gloria de la marca existe.