Hace unos diez años, entrevisté a Manuel Rojas –hombre conocido en la producción de desfiles en Chile– a propósito de un evento que estaba organizando. Se llamaba “Encuentro de Moda Independiente” y era la primera vez que se hacía en Chile un evento con diseñadores en alza. No me acuerdo de todos los que estaban, pero tengo clarísimo que estaba Pola Thomson, cuando nadie la conocía aún.
Desde entonces, los espacios destinados a la difusión de creadores emergentes se han multiplicado rápido y, a mi modo de ver, no muy bien. A la revista Mujer, donde trabajo, me llegan cientos de mails anunciando ferias en las que se puede comprar lo que llaman “diseñoindependiente”. Y yo me pregunto de qué están hablando realmente. Porque es tal la cantidad que hay de estas ferias que entra de todo. Además, son tantos que cuesta distinguir el perfil real de cada uno de estos eventos. Cuesta saber a cuál ir.
Por otro lado, he escuchado miles de quejas sobre estos eventos. Que fueron a Patronato y vieron los mismos vestidos más baratos. Que había cosas de marcas traídas desde afuera, no diseño independiente nacional. Que había ropa mal hecha o simplemente fea. Y así, sumar y seguir.
Quiero que se entienda: no estoy en contra de que se hagan estos eventos. Me parece genial que se generen espacios paralelos en el mercado de la moda, que haya donde comprar y dónde ver, y que los creadores más jóvenes, que no pueden costear una tienda, tengan donde vender lo suyo. Lo único que quisiera es más sinceridad: que se sepa lo que hay en cada feria, transparentemente. Si es todo tipo de ropa, genial, vamos a comprar, pero que entonces no se hable de diseñadores independientes, porque no toda la ropa califica como tal. Para eso tiene que haber una propuesta de autor, un punto de vista de diseño, creatividad nacional y no copia. Lo que hay de eso,