Comentario sobre “Baatr Mandjiev”, canciones Dzhangar desde Kalmukia por Vincent Moon

Comentario sobre “Baatr Mandjiev”, canciones Dzhangar desde Kalmukia por Vincent Moon

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Colaboración de Nicole Inostroza
Video de Vincent Moon 

El director Vincent Moon ha grabado a las bandas indies más famosas. Beirut, Phoenix y Sigur Rós han pasado por su lente. Moon los expone al hábitat urbano, donde la música sube a los buses, canta en plazas o playas solitarias. Pero esta vez su cámara ha mirado más lejos. En medio de un paraje desolado, un cantor de rosto oriental recita versos en un idioma desconocido. Es Baart Mandjiev, quien narra el Jangar —poema épico de los Oirats— para su pueblo, quienes lo observan atentamente mientras cuenta mitos y aventuras. Pero no solo hay rito a la hora de comer, sino también baile. Mientras Mandjiev recorre la calle tocando la dombra —instrumento de cuerda tradicional— y narrando la épica, las personas lo siguen alrededor, vestidos a la manera usual de los calmucos.

Los calmucos son parte de los Oirats, un pueblo originario de Mongolia occidental y las regiones adyacentes de Rusia. Hoy en día, son el único gobierno budista de Europa. Los Oirats mantienen monasterios a lo largo del este de Kazajstán y alrededor del lago Issyk Kul, en la actual Kirguistán, aunque la sucesión de gobiernos rusos ha reducido los templos de culto budista de 200 el siglo XIX a alrededor de 60 hoy. El régimen comunista y la república soviética intentaron acabar con su religión. Los soviéticos suprimieron la guía espiritual y el entrenamiento de nuevos jóvenes budistas. No obstante, el gobierno de la república de Kalmukia impulsó la construcción de un nuevo templo el 2005. El “Burkhan Bakshin Altan Sume” es hoy el templo budista más grande en Europa y un centro de conocimiento internacional puesto a disposición de aprendices budistas de todo el mundo.

Mientras Mandjiev recorre la calle tocando la dombra y narrando la épica, las personas lo siguen alrededor, vestidos a la manera usual de los calmucos. El paisaje gris se nutre de los colores y movimientos de un pueblo que baila al ritmo de canciones milenarias.

Tradicionalmente, las mujeres visten una blusa (de la que se ve solo la parte del cuello) y un vestido largo fijado en la parte delantera por lazos. El vestido se encuentra abierto en la parte baja, pero se solapa en la cintura. Sobre la blusa se usa una prenda larga sin mangas con hombros sobresalientes. Los detalles y la ornamentación son importantes. Los bordes del vestuario, el centro y los puños son bordados con filas de trenzas. También suelen usar mangas de tela cubriendo las trenzas del pelo. Esta prenda recibe muchos nombres. Algunos la llaman chonor, otros terlyk. La prenda exterior (tsegdyk) se usa típicamente por las mujeres casadas. El traje de las mujeres solteras es diferente. Incluye el vestido interior, aunque cortado de manera distinta. Las mangas poseen una extensión en forma de alas llamada biizie. Todas llevan un sombrero con bordados alrededor y encima una abundante cantidad de lana roja.

El traje de los hombres es básicamente el mismo: una camisa (beshmet) bajo una chaqueta (cherkesska), pantalones, cinturón con adornos de metal y botas. Una gran diferencia con el traje femenino es que sus mangas son generalmente mucho más anchas. En los grupos modernos, como en el caso de Baart Mandjiev y su gente, la camisa se omite y la chaqueta se cierra hasta el cuello, situando el decorado en la parte delantera, donde usualmente la camisa se habría mostrado a través de la prenda exterior. Los detalles son igual de importante que en las mujeres. Los bordados dorados resaltan al centro del traje, en los bordes y en los puños. El sombrero de los hombres es similar al femenino, exceptuando el gran decorado de lana encima. En lugar de esto, hay una pequeña bola de lana sobre el sombre o una cinta roja colgante.

Todos los cantos del Jangar comienzan con el héroe y sus ocho mil soldados celebrando un festín en un palacio. Baart Mandjiev la canta ante un público de diez personas, en un pequeño templo situado en medio de un descampado. Pero el fervor religioso hace que sus vestimentas se muevan al ritmo de la historia. Los bordados se convierten en paredes cubiertas de hiedra. Los pompones imitan estrellas, torres y montes. Las chaquetas simulan puertas hacia el corazón de los bailarines. Una vez más, el palacio de Jangar se reconstruye en las danzas de los felices calmucos.

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