Sebastián Ayala y su primera película, La Isla de las Gaviotas: “El conocimiento del transformismo siempre fue con experiencias que se cruzaban con mi vida personal”

Sebastián Ayala y su primera película, La Isla de las Gaviotas: “El conocimiento del transformismo siempre fue con experiencias que se cruzaban con mi vida personal”

El tranformismo, lo , la andrógino, lo no binario es algo natural, parte de su infancia incluso para Sebastián Ayala. Nacido y criado en Valparaíso, sus primeros acercamientos con el teatral fueron en las carpas de espectáculos que se instalaban en los cerros porteños donde vivía con sus padres. Ahí, recuerda el actor, cuando vio a una transformista convertirse en una mariposa solamente ataviada con tela barata y tubos de PVC, fue cuando se enamoró del teatro. Conocido por sus papeles en series como El Reemplazante, y director de obras de teatro, Ayala hoy pasa a otro mundo: el del , como director, guionista y protagonista de La Isla de las Gaviotas, una producción basada en Valparaíso y que cuenta la de Kareem, un chique no binario que arriba al tranformismo y se inunda de ese mundo lleno de historias y submundos en la noche porteña. En la producción, también actúan Francisco Pérez-Bannen y Janin Day.

A principios de marzo y luego de cuatro años postulando, logró ganar un fondo concursable de cultura por $157 millones. Justo este mes también había comenzado una campaña de crowdfunding a través de la plataforma idea.me para recolectar $100 millones entre el público, que además tendrá la oportunidad de aparecer en los créditos o tener una reunión con Sebastián y el equipo, de acuerdo al monto que se aporte. Con este presupuesto, en todo caso, aún le faltan fondos para reunir los $350 millones que necesita una producción para grabarse, el trabajo de postproducción y difusión de la misma.

– ¿Cómo llegas tú a La Isla de Las Gaviotas, o cómo llega La Isla de Las Gaviotas a ti?

El 2015 empecé a investigar y a escribir una obra que se llamaba Agorafobia, que estaba inspirada en el incendio de la discoteque Divine. He vivido toda mi vida en Valparaíso y crecí con el mito del incendio de la Divine, quedaba cerca de mi colegio, del cerro donde viven mis papás. No tenía mucha claridad sobre qué había pasado, no conocía un testigo o sobreviviente. Envié una carta al juez que había cerrado la causa y accedió a que pudiera desarchivar el caso y leer los tomos de la investigación. Intenté contactarme con gente y la mayoría me decía que no o no me contestaban. Y después fui entendiendo que esas personas pertenecían a una generación donde hablar de la homosexualidad era un tabú. Después, una de las hermanas de las víctimas accedió a hablar. Me encontré con muchas historias, pero que no calzaban o no alcanzaban a quedar dentro de la obra de teatro. Conocí otros transformistas, de la precariedad que vivían en los ’70, los ’80, artistas del Circo Timoteo, Fabiola Taylor. Y ahí fue cuando quise hacer una película.

– Y el nombre de la película, ¿qué representa?
La Isla de las Gaviotas es un lugar que existe: está cerca de Laguna Verde. Ahí hay varios faros, muchos arbustos. Para mí, la Isla es donde los personajes se aíslan o generan esta . Es el lugar donde el personaje se revela, cuenta algo, se descubre, donde se encuentra con su grupo de amigues y se da cuenta que está construyendo una nueva familia. La metáfora es que es una bandada que viaja en grupo, que emigra, que hacen un trabajo en equipo, pueden volar distancias eternas y son pájaros de menos de un metro.

– También habla del aislamiento que vive lo que está fuera de la norma …
También que sea una isla tiene esa doble intención, que aparentemente nos hemos tenido que aislar, buscar otros territorios, otros espacios, fuera de la norma, más hacia la periferia. Pero que también podemos ir a la ciudad, pasar por la ciudad, buscar lo que necesitemos. Pero está ese lugar seguro; básicamente para mí, La Isla de las Gaviotas es el lugar seguro. Uno puede ver cientos de aves, pero hay muchos grupos diferentes de aves que vienen de lugares distintos. Entonces la diversidad al final es eso: somos un gran grupo diverso, pero dentro hay otras subdiversidades.

– ¿Cómo construyes a Kareem, el personaje principal? ¿Cuánto tiene Kareem de ti?
Somos distintos, en la medida que el periodo que hablamos es distinto. Yo nací en 1988, mi adolescencia está en los ’90 y 2000s. Un periodo casi sin Internet, sin YouTube, como muchos amigos de barrio, viendo películas pirateadas o porque alguien tenía un VHS. Mi adolescencia fue mucho de ver teleseries mexicanas, venezolanas. Mi imaginario de la actuación, del drama, está muy influenciado por la telenovela. Y eso influye mucho en mi escritura, en mi forma de ver la imagen. Y no reniego de la telenovela, me hace parte de un sentir latinoamericano. Kareem ha crecido con Internet, con Grindr, Instagram. Con una urgencia y yo creo que las generaciones de ahora, sin querer parecer adultocentrista, tienen menos tolerancia a la frustración y tienen esa urgencia de que las cosas se resuelvan rápido. El personaje vive en el mismo barrio en el que yo crecí, eso es una cita a mi infancia, habita los mismos territorios en los que yo crecí. Me encantaría que se vieran mis vecinos; en el teaser actúa una vecina que tiene un local de completos y que es donde comí toda mi adolescencia después de las fiestas. Sí, tiene mucho de mi vida personal, de la educación pública, de cómo la familia ha llevado su orientación sexual y su identidad de género.

– Kareem vive, habla y se desenvuelve en lo no binario, algo hoy mucho más aceptado de hablar que en tu adolescencia. ¿Cómo te enfrentas con ese tema?
Llevo hartos años formándome, estudiando, fui voluntario en la ONG Todo Mejora, que previene el suicidio adolescente de jóvenes LGBTIQ+ y fue super fuerte conocer las estadísticas, testimonios. Lo no binario es una persona que queda en el medio, que no tiene la intención de ser mujer 100%, ni hombre 100% y yo crecí con muchas de esas personas en mi barrio, que no tenían una intención de parecer ni lo uno ni lo otro. Siempre estuvo ese imaginario de lo queer, de lo no binario, del género fluido. Una persona con rasgos del rostro masculino o un poco de barba, pero usaba muchos aros, y se maquillaba. En la televisión de los 2000 crecimos, por ejemplo, con Gonzalo Cáceres, que era una persona muy queer. Para el mundo chileno de entonces, decirte Gonzalo Cáceres era casi un insulto, una cosa rara, algo que no se puede clasificar, que no está completa. Hoy Gonzalo Cáceres sería un referente de lo queer, de lo no binario.

– ¿Cuánto crees que ha influido históricamente la , las tendencias, el diseño, en ese concepto de lo masculino y lo femenino y como hoy eso va al genderless?
Es heavy. Mido 1.60, soy flaco y me cuesta mucho encontrar ropa en la sección de hombres que me quede bien. Durante muchos años tenía ese conflicto, de ir a las tiendas y no ver nada que me gustara y era frustrante. Uno va lidiando con lo que le encantaría usar, pero con lo que me atrevo a ponerme. En ese ejercicio, a lo que más llegué fue a encontrar pantalones negros en la sección de mujer. Pero después, por ejemplo, me di cuenta que los pantalones no tienen bolsillos. Y yo decía, ¿dónde meto mis cosas? Ahí me fui dando cuenta por qué las mujeres usan cartera, porque los pantalones las están condicionando a que tengan que ponerse una cosa adicional. Y claro, es porque el cuerpo de la mujer tiene que tener una forma determinada, en cambio los hombres tienen cuatro bolsillos eternos. Hoy yo tengo más amigues que les da lo mismo, y se compran ropa en la sección que sea. Ojalá dejara de existir ese binarismo, de la sección de hombre, la sección de mujer.

– ¿Cómo fue aprender del mundo drag e incluirlo en la película?
Como crecí en el circo, conocí a varias transformistas de ahí; hasta el día de hoy tengo contacto con ellas, las admiraba mucho cuando era niño y las veía de día, fuera del personaje, sin el maquillaje, y me parecían hermosas y me juntaba con ellas. Para mí, el conocimiento del siempre fue con experiencias que se cruzaban con mi vida personal: verlas maquillarse, verlas armar un vestuario de la nada, peinar pelucas. Y después pude conocer, por ejemplo, a la Judith Cross, que hace vestuario para transformistas acá en Valpo. Ella me contaba cómo era hacer antes, cuando no había el acceso a todos los productos y precios que hay hoy. Dejarse el pelo natural porque no habían pelucas, hacerse pestañas con un trozo de papel, usar el mismo lápiz para el rubor y para el labial.

Crféditos: Fotografía Tom Chenette, Vestido Ángel Nicolás, Maquillaje Valky Glass. El resto, fotos de la producción.

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