RVLC 2: Auge y Caída de los Textiles en Chile – Primera Parte

RVLC 2: Auge y Caída de los Textiles en Chile – Primera Parte

Las importaciones, crisis económicas y la indiferencia de los chilenos ante las confecciones nacionales, han llevado a la industria textil en Chile a cerrar tristemente las fábricas de los pioneros de la industria en el país, y también en Latinoamérica. Estas son las crónicas de algunos de sus protagonistas.

Hubo un tiempo en que los chilenos se vistieron con prendas confeccionadas en el país. Era común que las propias dueñas de casa y también costureras a domicilio armaran un traje a la medida para el hijo mayor o un vestido de fiesta para la hija que se graduaba del colegio. Las telas eran escogidas en diversas tiendas con un stock casi ilimitado donde primaban los estampados psicodélicos, el georgette, el crepe satin y el algodón o la fina confección de marcas como Bellavista Oveja Tomé. Esos tiempos se extendieron gracias a la herencia de la ropa entre la familia, donde era muy común que los hermanos compartieran lo que ya no usaban gracias a la rica calidad de los tejidos y telas.

Casi como en un cuento de hadas donde aparece la bruja, la industria textil nacional vio poco a poco mermada su época dorada con la llegada de las importaciones a Chile, que por sus bajos precios encandilaron a los fieles clientes y los hicieron preferir bajos costos antes que la calidad.

Bellavista Oveja Tomé, los pioneros

Las páginas de revistas de moda nacionales como Paula estaban llenas de marcas chilenas desde los años 60 a los años 80. Era común toparse con una editorial donde, en vez de Armani o BCBG MaxAzria, era el Taller Valdés Larraín el protagonista de las fotografías, Caffarena y Calzados Orlando los que completaban la escena. Modas Maternales Santa Lucía era líder en este tipo de prendas, mientras la mayoría de las marcas eran nombres acompañados de los sustantivos “creaciones” o “modas”.

Destacaba por su presencia y además por ser el pionero en la industria textil, Bellavista Oveja Tomé. Inaugurada en 1868 bajo el nombre Fábrica de Paños Bellavista Tomé, la empresa llegó a satisfacer la demanda del 97% de las necesidades nacionales en cuanto a vestuario en 1965. Fue la primera industria lanera latinoamericana y aparecía en revistas de moda con sus confecciones de traje y pantalón con estampado Príncipe de Gales, o en publicidades donde destacaba el nombre de la firma y su imbatible calidad. Pero al implantarse en 1974 el modelo neoliberal que abría el comercio internacional en Chile, la industria textil nacional sufrió con las bajas tarifas de las importaciones. Las personas comenzaron a preferir las novedades que incluyeron los productos internacionales, y para el año 2010 la República China se convirtió en el principal abastecedor de calzados y prendas de vestir.

El año 2007, la marca que vistió a los soldados chilenos de la Guerra del Pacífico y que confeccionó un poncho con hilos de oro para el Papa Juan Pablo II, cerró sus industrias penquistas dejando a sus 700 trabajadores en la calle. Sin embargo, el legado de esta industria continuaría: el año 2010, el Grupo Sabat compró la fábrica en mil 535 millones de pesos, reactivando los sonidos de las máquinas hiladoras y tejedoras y dándole esperanza a sus dedicados trabajadores.

En un próximo post analizaremos los dos siguientes puntos de esta realidad con las fábricas chilenas de textil.

Ver segunda parte aquí.

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