Moda y Cubismo

Moda y Cubismo

Desde 1908 en adelante la moda entra a un viaje que, hasta el día de hoy, no le ha permitido vuelta atrás. Este viaje ha sido posible gracias al desarrollo entre los años 1907 y 1914 de una de las más rupturistas vanguardias artísticas: el cubismo. Formas de la naturaleza, desintegradas hacia figuras geométricas, fragmentaciones de líneas y superficies, una nueva perspectiva de la realidad desde la deconstrucción de esta y con esos mismos trozos la construcción de una nueva.

La superposición se convierte así en una de las principales flechas de lo que la inspiración cubista busca seguir en la moda. El cubismo implica en sí mismo una forma abierta y los cambios que introdujo en el mundo del arte implicaron disminuir la exaltación de la pintura y la escultura y honrar a lo más ordinario.

Pablo Picasso y Georges Braque son sin duda lo más fuertes exponentes de este movimiento en la pintura. Su arte abrió ventanas a una nueva manera de observar, lo cual llegó a tener consecuencias en el simple y cotidiano acto de vestirse. Y no había otra forma de que pasara: el cubismo ha sido relacionado culturalmente con el desarrollo de la teoría de la relatividad y del transporte aéreo, todo proveniente de un movimiento que venía a poner en cuestionamiento conceptos que venían siendo heredados desde el Renacimiento sobre la estabilidad y la tridimensionalidad.

A partir de 1908, la moda renuncia al volumen y se fue en la búsqueda del plano, lo transparente y la superposición de capas. Se encuentra el collage, las formas y la diversidad de la gama de colores que diseñadores de comienzos de siglo, tales como Madeleine Vionnet, Paul Poiret, Callot Soeurs, Jacques Doucet y Gabrielle Chanel estaban proponiendo en sus texturas.

 

Ana Locking es quizás una de las actuales diseñadoras que más se ha quedado con esta corriente de vanguardia artística. Sus diseños resaltan las líneas, las formas geométricas, los colores en contraste y las perspectivas de una misma prenda.

El diseñador que decide ocupar el cubismo como su musa inspiradora, se regocija en la desaparición de la certeza visual: se observa algo, se deconstruye, se deforma en una nueva perspectiva, se corta, se destruye y se vuelve a armar.

Es entonces que entra el cuestionamiento de que es lo bello y que es lo feo. En una época donde la belleza cabía junto al orden y la limpieza, el desorden, el corte y la superposición llegan a entregar un nuevo canon, compatible para algunos, y por supuesto inaceptable para los diseñadores más conservadores.

Es así como empieza después de toda esta revolución, la tendencia al “desinflamiento” de los vestidos, la transformación de las mujeres Walkiria de la Belle Epoque en sofisticadas Dalilas. El intento de los diseñadores por resaltar un “exoesquelto volumétrico” del cuerpo humano es opacado por las referencias que empiezan a instalarse hasta el día de hoy en las pasarelas y colecciones de diseñadores: el cilindro y el plano.

 

 

 

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