Revolución Francesa: también en el vestuario

Revolución Francesa: también en el vestuario

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En 1789 la Revolución Francesa generó un profundo cambio en la estética del vestuario: la seda, que era la materialidad más usada, fue cambiada por el sencillo algodón. Fue una revolución provocada por diversos factores: el fracaso de la economía nacional, el creciente conflicto entre la aristocracia y aquellos con prerrogativa real, el descontento de una mayoría de ciudadanos frente a las clases más privilegiadas y una prolongada y severa escasez de alimentos. La Revolución adoptó una manera de vestir como objeto de propaganda ideológica de la nueva era y los revolucionarios manifestaron su espíritu rebelde apropiándose de la indumentaria de las clases bajas.

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Aquellos que todavía vestían ropas de seda extravagante y de vivos colores eran considerados antirrevolucionarios. En lugar del calzón y las medias de seda que simbolizaban la nobleza, los revolucionarios se pusieron pantalones largos llamados “sans-culottes”. Además del pantalón, el simpatizante revolucionario lucía una casaca llamada “carmagnole”, un gorro frigio, una escarapela tricolor y zuecos. Esta modo del vestuario, que tiene su origen en el gusto inglés, más sencillo, evolucionó hacia un estilo de casaca y pantalón que luego fue adoptado por el ciudadano del siglo XIX.

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Pero no todo cambió en 1789. Si bien durante la Revolución surgieron nuevos estilos de moda que se sucedían rápidamente, reflejando la cambiante situación política, el atuendo clásico, como el terno a la francesa, se seguía utilizando como traje oficial de la corte. Las nuevas modas convivieron con las antiguas durante todo el período revolucionario.

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En algunos casos el caótico clima social generó modas excéntricas. Los jóvenes franceses, en especial, adoptaron estilos radicales, inusuales y frívolos. Los “muscadins”, un grupo de jóvenes contrarrevolucionarios, protestaron contra el nuevo orden y se vistieron con excéntricas casacas negras de grandes solapas y amplias corbatas. Siguiendo la misma línea de excentricidad, los “petites maÎtres” llamados “incroyables” usaban cuellos extremadamente altos , grandes solapas dobladas hacia atrás, chalecos de colores fuertes, corbatas anchas, calzones y cabello corto. Su equivalente en femenino, las “merveilleuses”, llevaban vestidos extremadamente finos y diáfanos, sin corsé y guardainfantes. En las ilustraciones de moda de la “Gallery of Fashion” (1794 – 1802 Londres), de Nicolaus von Heideloff, se pueden ver vestidos redondos, así como otros con la cintura situada bajo el busto y formados por corpiños y faldas de una sola pieza. El vestido redondo más adelante se transformó en el vestido camisa o camisero, el atuendo de algodón más popular durante el S. XIX.

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