El Fast Fashion y la cadena de suministros: una cuestión de ética

El Fast Fashion y la cadena de suministros: una cuestión de ética

Colaboración de José Ilabaca Santibáñez

De un tiempo a esta fecha, términos como “inclusión”, “sustentabilidad” y “responsabilidad” se han vuelto imprescindibles en la declaración de principios de todas las grandes compañías. En el mundo de los negocios, la moda se ha ido sumando a la llamada Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y, por qué no decirlo, is the new black dentro de las estrategias de marketing. Aun así, situaciones como las acontecidas en el Rana Plaza, donde el colapso de un edificio de ocho plantas dedicadas a la manufactura textil acabó con la vida de más de 1000 trabajadores, no son casos aislados para la industria. En Bangladesh, India, China y Camboya se trabaja incluso por salarios que no alcanzan a cubrir las necesidades mínimas y todo surge por llevar lo último de las pasarelas a las tiendas en el menor tiempo posible.

La presión sobre las compañías, proveedores y trabajadores para cumplir con los plazos estipulados es desorbitante pues el proceso por el que una prenda llega a los colgadores involucra a miles de personas a lo largo de todo el mundo. La cadena de suministros (supply chain) engloba dichas relaciones, aquellas que las compañías entablan no solo con el cliente sino además con proveedores y revendedores, para la producción y entrega del producto, siendo los eslabones manufactureros quienes, por lo general, se llevan la peor parte. ¿Por qué? Por la subcontratación o el outsourcing, uno de los conceptos de mayor repercusión en la forma de hacer negocios del último tiempo. Desde el punto de vista académico, se define como el proceso por el cual la organización delega a terceros aquellas actividades que no son parte de su creación de valor. Desde el punto de vista práctico representa un eficaz método para reducir los costos de la firma. Así, la producción que las compañías delegan a terceros termina siendo delegada nuevamente por ellos con tal de alcanzar las metas establecidas, convirtiendo el seguimiento de las condiciones laborales en un verdadero juego de azar.

Sólo para entregarte una idea general del panorama, según un informe del 2012 del Banco Mundial, Bangladesh tenía el sueldo mínimo más bajo del mundo para los trabajadores de fábricas, de aproximadamente 38 dólares mensuales, situación que no es muy distinta en el resto de los países manufactureros. Además, las condiciones bajo las que se desempeñan las labores distan de ser óptimas, o siquiera seguras, para los trabajadores y los accidentes resultan ser algo cotidiano. ¿Cuál es el resultado? Que una camiseta que se vende en 20 dólares tenga un costo de una fracción de dólar, que las compañías aumenten sus beneficios y se cumplan las metas de producción, pero quizás ya sea hora de preocuparse por el eslabón más olvidado de la cadena. Porque es cierto, desde el punto de vista logístico y empresarial, es todo un logro colocar una prenda en las tiendas en aproximadamente 20 días y repetir el proceso unas 15 o 17 veces al año, pero también es cierto que los trabajadores, sin importar la labor o latitud en que se encuentren, merecen percibir un salario digno con condiciones seguras pues se trata de una cuestión de ética. 

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