Oscar Wilde: simpleza versus ornamento en el siglo XIX

Oscar Wilde: simpleza versus ornamento en el siglo XIX

Colaboración por Nicole Inostroza.

Oscar Wilde es conocido principalmente por su única novela The picture of Dorian Gray, por algunas de sus obras, por su trágico encarcelamiento y por su temprana muerte. También porque vivió en pleno período victoriano y porque creía la filosofía del esteticismo. No obstante, escribió una serie de ensayos que poseen la genialidad de su ficción, de extensión breve y de temas que varían entre lo cotidiano y lo académico. Entre estos se encuentran los ensayos sobre el vestido.

La vida y las fotografías del irlandés expresan una pomposidad exacerbadas: trajes pulcros, pieles y terciopelos. Los personajes de sus obras muestran la burguesía inglesa de la época, y por eso, visten aparatosamente como ella. Pero sus ensayos hablan de lo contrario: no de la exaltación del atavío en demasía, sino de la simplicidad en el vestido.

En “Indumentaria femenina” llama a las mujeres a dejar las prendas que se ajustan a la cintura para colgar todo desde los hombros. El mayor error de la moda femenina siempre ha sido moldear una figura antinatural abusando de elementos como el verdugado o el corsé, en vez de conservar la libertad corporal con suaves ondulaciones que se desprenden de los hombros hacia abajo. Si se cuelgan los vestidos de los hombros, “un corsé se vuelve superfluo, se deja el cuerpo suelto y libre para respirar y moverse, hay más salud y, en consecuencia, más belleza” (453).

También afirma que lo abrigado de la ropa no depende de la cantidad de prendas sino del tipo de material del que están confeccionadas. En este sentido, la ropa que usaban los griegos es totalmente imaginable en un clima frío como el inglés, piensa Wilde, además de que el traje griego sigue el mismo principio que el escritor defiende en la vestimenta femenina: el de la suspensión desde los hombros. Es necesario “confiar, para lograr un efecto bello, no en los adornos rígidos y previamente confeccionados por las modistas modernas ―los lazos donde no debería haber lazos y los volados donde no debería haber volados― sino en el exquisito juego de luz y de líneas que se obtiene con unos pliegues ricos y ondulantes” (455).

Así, Oscar Wilde rompe con el vestido europeo típico del siglo XIX para rescatar la simpleza del traje griego que quiere cuidar la belleza natural del cuerpo. En contra de los elementos que moldean la figura femenina, el escritor hace una predicción: “a partir de la prolongación de los principios griegos de belleza en los principios alemanes de la salud surgirá, estoy seguro, la vestimenta del futuro” (455). Wilde murió en 1900 sin alcanzar a ver la vestimenta de comienzos de siglo, cuando la era del jazz impuso a la mujer el atuendo de corte recto que caía desde los hombros adornado con extensos collares de perlas. Habría que imaginar qué ensayo hubiese escrito entonces.

Wilde, Oscar. “Indumentaria femenina.” De Profundis y ensayos. Buenos Aires: Losada, 2004.

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