El Renacimiento en el vestuario

El Renacimiento en el vestuario

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Según los historiadores de vestuario, alrededor del año 1490 comenzó la “desmesura” en todas las áreas del revestimiento humano: aquello determina el comienzo del vestuario renacentista. Esta revolución, resulta hermana al acontecer en los otros tipos de expresión creativa (pintura, escultura, música, etc.), que fue generado por el fuerte intercambio cultural resultante del momento de los descubrimientos. Formalmente, ésta podría ser definida como la desaparición de la verticalidad de las prendas medievales, la cual fue sustituida por la horizontalidad del traje del Renacimiento: esa es la coordenada que se trabaja. Cada país de Europa, desarrolló esta reforma en el vestuario de manera diferente, por ejemplo, los países del norte de Europa distorsionaron la figura natural a través del acolchado de mangas y dobletes en las extremidades; Italia, Inglaterra y Francia se adhirieron a un modo influenciado por lo medieval (ver post anterior); los alemanes fueron los más extremos en sus intervenciones: determinaron grandes volúmenes en la cabeza, hombros y muslos, además de pequeñas aplicaciones tridimensionales sobre el pecho, espalda, brazos, piernas y pies. Las plumas aparecen como protagónicas en todo: desde sombreros de ala ancha, calzado, bijoutería hasta confección, donde eran ubicadas incluso en la zona de las rodillas.

El revestimiento renacentista masculino

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Vestidos de seda, los hombres, eran muy aficionados a los colores llamativos y llegaron al extremo de ataviarse con trajes de varios colores. Hacia fines del siglo XV las túnicas empezaron a acortarse y las medias a alargarse, este fue el gran cambio durante la época, aparte de una mayor ornamentación: el alargamiento de los calzones, los cuales iban muy adornados por quedar a la vista. En el siglo XVI se usaba vestir camisola por encima del corto faldón, se utilizan además “greguescos acuchillados” (calzoncillos con cortes que permitían ver la tela inferior, que generalmente era de otro color) con pretina; “jubones” (prenda rígida que cubría desde los hombros hasta la cintura) con mangas trenzadas o enteras, anchas y ceñidas en las muñecas; calzas cortas, anchas por arriba y adornadas con oro y terciopelo; cuello alto y “gorgueras” (pañuelo que cubría el cuello o el escote); mantos, capas, chalecos y casacas cortas con solapas y mangas; “bonetes” (sombreros de forma cónica) de terciopelo, caperuzas y gorras con plumas; sombreros de alta copa o baja, con ala sin doblar; zapatos de terciopelo con punta cuadrada, botines y botas altas de gamuza y tacón de color. La mayoría de los hombres utilizaba un corte de cabello con movimiento, aunque la longitud del pelo era determinada por el gusto individual, también si era recto o rizado. La barba se llevaba cerrada y en punta.

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El realce de la figura de la mujer en el Renacimiento a través de la distorsión

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El revestimiento femenino en la época del Renacimiento, era particularmente complejo en su diseño: el fundamento era distorsionar la figura de la mujer, para realzar sus características femeninas, a través de un incremento de las caderas y el busto, además de atenuar la cintura. Las telas preferidas para la confección eran las sedas, rasos, terciopelos, brocados, damascos, enriquecidas aún más por los bordados con hilos de plata y oro, y con el agregado de perlas y piedras preciosas, que gracias a la difusión de la aguja de acero introducida por los moros en España, permitió realizar estas intervenciones de un modo más fino y delicado. Los colores de este período son fuertes en el vestuario femenino. El corpiño era de talle corto, ajustado, en punta y muy escotado y la falda amplia, a veces se usaba una especie de sobre-vestido con sisas muy grandes por donde pasaban las mangas ajustadas o bien muy amplias y “acuchilladas”; en estos casos el escote tenia forma de V y llegaba hasta la cintura, dejando ver una pechera ajustada y con cuello redondeado. En invierno se usaban capas forradas con pieles de marta, armiño, zorro, etc. En verano, los abanicos de plumas eran el complemento protagónico. Los guantes se convirtieron en este siglo en un objeto de lujo y solían ser de seda o piel muy fina, con bordados. Las mujeres podían llevar el pelo con estructuras elaboradas, como es el caso de los alemanes. El cabello iba siempre hacia arriba o a los lados, rematado en un moño, con raya al centro cubierto por una pequeña toca o birrete bajo; cabe destacar, que en este momento de la Historia del Vestuario, el tocado se convirtió en el gran complemento del peinado.

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