Revista Blank, el referente de la generación de moda chilena de la década del 2000

Revista Blank, el referente de la generación de moda chilena de la década del 2000

“Una revista, un medio si quieres, pero ante todo, un espacio en blanco donde crear y recrear, donde la estética, la imagen y las palabras están de tu lado…”, así se presentaba Blank en su primera carta editorial. Era abril de 2001, habían pasado once años desde el retorno a la democracia, pero no existía en Chile un medio escrito que reflejara a cabalidad los valores de lo que en ese momento se llamaba “el nuevo Chile”, una generación ávida por alcanzar el desarrollo cultural y abierta a las expresiones foráneas, que quería experimentar, crear y ser vista. Revista Blank fue el catalizador de ese proceso que se vivía a principios de la década pasada y le dio tribuna a varios talentos emergentes de diversas áreas a través de sus columnas, entrevistas, modas y reportajes. “Para que te entretengas, pero también pienses; para respirar un poco de aire que te haga sentir a tus anchas”, era la declaración de principios del equipo de Blank año 01, número 01.

La gestación

Un día cualquiera, el publicista Pato Miñano le propuso a Gabriel Schkolnick, en ese entonces uno de los pocos fotógrafos que se dedicaba a la moda en Chile, hacer una revista para desarrollar sus ideas respecto de lo que necesitaba el medio local. Juntos acudieron a Paula Perelló, dueña de una oficina de diseño, para comentarle la idea. Todos se conocían de antes, del círculo creativo del Santiago de esa época. “Frecuentábamos las mismas fiestas, pertenecíamos al mismo mundillo”, señala Paula Perelló.

Al poco tiempo, Miñano había instalado su escritorio en las dependencias de Marketing Group, la empresa de Perelló, mientras que Schkolnick colaboraría de manera externa, pues venía recién llegando de Nueva York y quería enfocar sus energías en montar su propio estudio. En el equipo de Perelló, trabajaba otra Paula, Paula Germain, quien  junto con Sandra Kisow dieron con el nombre de la publicación. Germain se convertiría a la larga en figura esencial dentro de la revista. “PM” y “Gato” fueron las opciones que se barajaron antes de llegar a “Blank”, nombre que hacía alusión a la tecla space blank del teclado del computador, la metáfora de un espacio en blanco para que todos los talentos de la época, tanto los consagrados como los emergentes, pudieran hacer su aporte. No había capital en dinero, pero sí en ideas y así echaron a andar el proyecto.

La primera portada de Blank, con Beto Cuevas como protagonista.

El referente

Desde su primer número, se perfiló como un medio que iba a dar que hablar y que a la postre se convertiría en lo que anunciaba su carta editorial. “La gente nos mandaba cartas y mails agradeciendo lo que veían”, dice Paula Perelló. Ese primer ejemplar motivó a Dana Radić a golpear la puerta de las oficinas de Blank: “Recibí la revista por correo, quedé impactada con lo que vi, y desde ese día me propuse ser parte del proyecto. Felizmente lo logré”, integrándose como productora general y relacionadora pública. Radić es hoy la única que sigue colaborando con Blank en su versión panameña. Moda, música, deportes, política, cultura, eventos; el espectro de temas era tan amplio como el espacio de expresión que la revista les daba a sus colaboradores y periodistas. Plumas como Soledad Bacarreza, Carola Pulido, Jordi Castell, Pablo Illanes, Juan Andrés Salfate y Javier Sanfeliú, entre muchos otros, escribían temas en sus respectivas áreas que luego formaban opinión entre los lectores.

El posicionamiento de Blank en la escena de los medios de comunicación independientes fue rápido y explosivo y el equipo estaba consciente del aporte que estaban haciendo. “Fuimos un referente dentro de las industrias creativas”, señala Pato Miñano. Sin embargo, a principios del 2000, junto con toda la sed de nuevas expresiones, existían también grupos conservadores que levantaban la voz periódicamente contra todo lo que les parecía fuera de norma, y como Blank tocaba temas como el condón, el sida o la homosexualidad, no faltaron quienes la miraron de reojo. “Habían algunos que consideraban que estábamos pasados para la punta, demasiado vanguardistas”, continúa Miñano. “Nunca le pusimos límites a los equipos de trabajo”, complementa Paula Perelló.

Blank y la moda

Si bien Blank no era una revista exclusivamente de moda, el lugar que se le daba era preponderante. El núcleo de esta área estaba conformado por Paula Perelló, Editora de Moda de la publicación, Gabriel Schkolnick, fotógrafo que ya había consolidado su nombre dentro de la escena, y Paula Germain, Directora de Arte y Diseñadora de Blank. “Éramos una revista muy enfocada en la moda y en lo no tradicional, a través de imágenes potentes. Para mi era una excusa perfecta para fotografiar”, dice Schkolnick. Las imágenes de la revista eran su sello, hablaban por sí solas y de ahí la importancia que se la daba a las producciones en cada uno de sus números mensuales. Para esa época, la moda no estaba desarrollada al nivel que lo está hoy en Chile y el carácter independiente y abierto de la revista le permitió ser un terreno fértil donde crecieron varios de los nombres que hoy están consagrados en el medio. “Blank fue un semillero”, reconoce orgullosa Perelló. En sus páginas se mostraba el trabajo de fotógrafos emergentes como Juan Pablo Montalva, Simón Pais y Tomás Reid, todos consagrados hoy en el medio chileno. En el área del estilismo, se iniciaron Paola Agulló, Ita Pavissich, Natalia Schwarzenberg, Francisca Germain, entre muchas otras, mientras una muy joven Poli Picó pavimentaba su camino como una de las mejores del maquillaje en Chile.

En este escenario, todos reconocen el trabajo fundamental de Paula Germain, una especie de directora de gusto por la que pasaban la mayoría de las decisiones estéticas; era ella quien articulaba toda esa área. A su cargo estaba también el diseño de la revista y el último lay out que creó antes de su trágica muerte, de la que este 16 de julio se cumplen tres años, se mantiene casi intacto en Blank Panamá. “Creo que la visión de la Paula fue un gran legado para todos los que ahí estuvimos”, dice Cristián Gálvez, diseñador gráfico que trabajó junto con Paula. El cáncer cerebral que le quitó la vida no fue óbice para que su trabajo sea hoy reconocido por sus compañeros y seres queridos. “Para mí, Blank es uno de los legados de la Paula”, dice Francisca, su hermana.

La última Blank

La etapa inicial fue difícil en términos financieros. Como todo medio independiente debía salir a buscar la publicidad que sustentaba cada número. Con el tiempo, Blank fue convirtiéndose en una marca potente en el área creativa, que traspasó lo meramente editorial, permitiéndole diversificarse y hacer las veces de una productora que hacía catálogos para grandes tiendas, publicidad e imprimir otras publicaciones. A pesar de los resultados económicos que exhibía el proyecto, luego de siete años revista Blank terminó de distribuirse por diferencias irreconciliables entre sus socios, quienes también difieren sobre el valor que podría tener la revista en el contexto actual. “El impacto hoy no sería el mismo, porque Chile cambió. El contenido de Blank está diseminado en los blogs”, opina Miñano. Por su parte, Schkolnick sí le ve cabida: “Veo hoy los viejos números de Blank y aún encuentro material valioso y transversal al tiempo. Es un hecho que la moda ya no es la misma, pero en términos de producción y arte aún funciona”.

Más allá de las rencillas, lo cierto es que en 2008 la Blank año 07, número 75 fue la última en imprimirse, sin consignar en sus primeras páginas una despedida, ni una inspiradora carta editorial como la del primer número.

La Blank número 75, la última en publicarse.

Fotografías de las portadas por Gabriel Schkolnick.

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